La CNT en la transición



a) Antecedentes inmediatos. Antes de entrar a analizar el papel de la CNT durante la transición, me gustarla exponer los rasgos característicos del periodo inmediatamente anterior a la muerte del dictador. En primer lugar hay que resaltar la pérdida progresiva de influencia de la CNT dentro del movimiento obrero y de los movimientos sociales. La gran influencia que tuvo en los inicios de la dictadura fue perdiéndose progresivamente por multitud de factores (internos y externos), en beneficio de otras fuerzas políticas que surgieron durante la lucha antifranquista en el interior (CC OO y USO en el terreno sindical a principios de los años sesenta) o que supieron adaptarse mejor a la clandestinidad (caso del PCE en el terreno político).

En segundo lugar tenemos que referirnos a la dificultad que tuvo la CNT para mantener un discurso y una práctica capaces de aglutinar a todas las corrientes libertarias (tanto del interior como del exilio) durante el periodo franquista.

En tercer lugar, es importante destacar la aparición de nuevos grupos libertarios, autónomos y antiautoritarios, a principios de los años setenta que rompieron la tendencia excluyente que era habitual en los grupos históricos, y que a su vez renovaban el arsenal ideológico en el camino de un discurso teórico y práctico más acorde con los movimientos sociales de aquellos momentos.

Para situarnos históricamente en las inmediaciones de la muerte del dictador, tendríamos que decir que las expectativas que tenía la CNT de volver a caminar unida en el interior eran cuando menos escasas. Escritos de la prensa libertaria de aquella época corroboran, tanto el tinte sectario de los diversos grupos, como los desencuentros históricos claramente insuperable.

Solamente los nuevos grupos libertarios eran capaces de mover el caparazón autista en el que estaban las diversas familias del movimiento libertario histórico. Grupos como los GOA, Solidaridad, OLT, MCL y otros muchos que habían surgido a lo largo de la geografía del país tomaron, no sin grandes dudas, se integraron en la CNT y tomaron el relevo para intentar construir una organización en la que cupieran todas las sensibilidades que se reclamaban de lo libertario.

Si bien con matices diferenciados, tanto en Asturias, Madrid, Cataluña y País Valencia, los procesos de confluencia en asambleas llevaron a que la CNT en los inicios de 1976 fuera agrupándose para posteriormente ir creando federaciones locales, comarcales, etc.

b) Los inicios. Una vez apuntado el proceso interno de reconstrucción de la CNT, se puede aseverar que la unidad formal estaba basada en unos equilibrios que en el mejor de los casos podríamos calificar de frágiles, tanto en lo que respecta a las relaciones personales, como a una propuesta teórica e ideológica cohesionada. Frágil era la convergencia entre los grupos históricos que se reclamaban de la CNT, y frágil era también la interrelación entre los nuevos grupos libertarios que habían desencallado el antiguo proceso de confrontación.

Los grupos libertarios nuevos se movían en una espiral ideológica de referentes muy diversos y que en el mejor de los casos podríamos definir como residuos teóricos del mayo del 68 en su vertiente antiautoritaria. Incluso algunos (ciertamente los menos) apostaron por negar la validez de la CNT como lugar de reunión de lo libertario por entender que se trataba de un anacronismo histórico.

Aún así, la CNT fue capaz de aglutinar mayoritariamente en un proceso lento a los sectores diversos de lo antiautoritario que tenían presencia en el movimiento obrero y los diversos movimientos sociales (desde grupos de la autonomía obrera, anarco-comunistas, marxistas libertarios, anarcosindicalistas diversos, anarquistas vivencialistas, socialistas autogestionarios, etc.).

Este proceso de convergencia inicial, junto al capital simbólico que representaba la CNT en el imaginario colectivo de la clase obrera, fueron suficientes para que en un breve periodo de tiempo la CNT pasara de aglutinar a grupos presindicales y/o grupos desconexos a ser una alternativa sindical libertaria en la que se afiliaban trabajadores atraídos por la praxis que la CNT empezaba a aplicar en el proceso de transición democrática. Dicha praxis se basaba en una defensa de las asambleas de los trabajadores, en la autogestión de las luchas y en métodos de democracia directa en contraposición a la tendencia iniciada por los todavía débiles aparatos sindicales de CC OO y UGT, que intentaban encauzar las demandas reivindicativas para apoyar los pactos políticos de sus partidos hegemónicos (PCE y PSOE).

La lucha por la autonomía de un movimiento obrero que planteaba reivindicaciones de fuerte contenido social y político (amnistía laboral, aumentos lineales para los trabajadores, autogestión y ampliación de las luchas obreras, etc.) en un marco de avance en las reivindicaciones sociales, fueron los ejes del discurso de la cm en aquellos momentos.

Junto a los sectores jóvenes de la clase obrera, la CNT fue capaz de atraerse a toda una pléyade de luchadores antifranquistas que se sentían decepcionados de la práctica política y sindical que estaban llevando los grupos en los que habían militado anteriormente.

La CNT no era obviamente la fuerza social que había llegado a ser en tiempos de la II República, pero tampoco era un refugio de nostálgicos que estaban viviendo única y exclusivamente de las grandes gestas de la Revolución Española. La CNT era una realidad que, sin una idea muy clara de sus posibilidades y de su estrategia, iba adquiriendo cada vez más influencia en el terreno sindical y social.

Estos fueron los inicios esperanzadores y frágiles a la vez que tuvo la CNT después de la reconstrucción a principios de 1976. El punto álgido de su crecimiento se situó en el «corto verano de la anarquía» de 1977 con las Jornadas libertarias internacionales y el Mitin de Montjuich en Barcelona en el mes de julio).

c) El cambio de tendencia. De la apuesta positiva que parecía plantear la CNT a mediados de 1977, se pasó progresivamente a un estancamiento en su ámbito de influencia, y posteriormente a un fuerte descenso por causas que tienen que ver con el modelo de transición que se fue imponiendo, además de por la polarización negativa de posiciones ideológicas que se fueron dando dentro de la propia organización.

En primer lugar, la pluralidad de discursos y prácticas que se daban en la CNT, si bien en un principio sirvió para ampliar su campo de acción, posteriormente desencadenó una lucha ideológica y organizativa que en muchos casos paralizó su mensaje hacia el exterior. Uno de los mayores fracasos que tuvo el anarcosindicalismo en la transición se debió a esta tensión constante entre grupos que proponían un modelo de CNT muy relacionado con los deseos y aspiraciones que tenían en proyecto.

Poder estabilizar, como en un principio ocurrió, el desarrollo de la CNT fue tarea imposible ante los nuevos acontecimientos y actuaciones políticas que se iban desarrollando (el dilema de presentarse o no a las elecciones sindicales, de negociar o no convenios colectivos, el frente contra el Pacto de la Moncloa, etc.). En segundo lugar, hay que tener en cuenta el hostigamiento por parte de algunos centros del poder económico y del Estado hacia la CNT y a su cada vez mayor capacidad de influencia social.

El Caso Scala a principios de 1978, un atentado que costó la vida a cinco trabajadores en Barcelona y en la que los aparatos del Estado tuvieron una relación directa a través de un confidente, fue crucial para crear una imagen negativa de la CNT, apoyándose en una campaña de acoso mediático de gran envergadura. Dentro de la organización se produjo una fuerte discusión acerca de la manera en que se debía reaccionar ante aquella campaña.

Posteriormente, la lucha de tendencias se acentuó de forma grave, intentando cada grupo ideológico ganar posiciones a través de alianzas y pactos, desarrollándose una dinámica de trabajar hacia el interior en detrimento de la proyección externa de la CNT. El V Congreso confederal celebrado en diciembre de 1979 (el primero después de la muerte del dictador), en vez de cerrar las heridas que se habían ido produciendo, agravó aún más las distancias entre los sectores libertarios llegándose en el mismo a una situación de escisión de facto.

En resumen, éste fue el recorrido que la CNT transitó en los primeros años de su aparición tras la muerte del dictador (1976-1979). Quedan por analizar de forma exhaustiva muchas facetas, así como profundizar en el análisis del debate ideológico de los grupos y sectores que pertenecían a la CNT (algo así como la ideología política de los movimientos libertarios y del anarcosindicalismo en la transición).



Publicado en Polémica, n.º 75, noviembre 2001

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